Yo soy la voz que grita en el desierto.
La primera de las lecturas de hoy, del santo evangelio según San Juan, refleja un escueto diálogo entre Juan el Bautista y los sacerdotes y levitas.
Por un lado Juan, el más grande nacido de mujer desde Adán, quien fue profetizado como vocero del Justo, el que predicaba y bautizaba en el desierto, reforzando esa simbólica imagen de puente entre dos etapas. Porque el desierto —Juan el Bautista— es esa etapa de transición del pueblo entre la vieja concepción del mundo y de Dios y la Buena Nueva que habría de revelar el Justo. Juan el Bautista simboliza el retiro, el ayuno del mundo para el autoexamen; la contrición y la penitencia; el reforzamiento y la conversión. La preparación, en definitiva, para lo nuevo.
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo; porque irás delante del Señor para preparar sus caminos; para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación por el perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la Aurora nos visitará desde lo alto, para dar luz a los que habitan
en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pies en el camino de paz. —Lc1:76-79
Lo nuevo en contraposición a lo viejo, representado en los sacerdotes y levitas, en los escribas y. los fariseos,
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
Un Juan que no reclama el papel de aquél a quien ha venido a anunciar
«Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de Él.» El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está {allí} y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. {Y} por eso, este gozo mío se ha completado.
Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya. —Jn 3:27-30
que no es sino el Hijo del hombre, el Novio del mundo, y es por eso que Juan recalca el símbolo de su ablución en agua, el agua del Jordán, que limpia física y metafóricamente al ungido, en contraposición al bautismo del Espíritu del Hijo del hombre.
El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido