La primera de las lecturas de hoy, del santo evangelio según san Mateo, evidencia una vez más, el contraste entre lo viejo y lo nuevo, a través de la contraposición de Jesús, el Hijo del Hombre, frente a los ancianos y sumos sacerdotes.
“¿Qué vamos a hacer? Porque este hombre hace muchos milagros. Si dejamos que siga así, todos pondrán su fe en él y los romanos vendrán y nos quitarán tanto nuestro lugar santo como nuestra nación” —Juan 11:47,48
La actitud pasiva de escribas y fariseos, de ayer y de hoy, que eligen olvidar su compromiso y el papel que les corresponde para con sus hermanos en favor de la vanidad y de la soberbia, de la buena vida y la charlatanería desde púlpitos lustrados, refleja la degeneración de la jerarquía de la sinagoga,
«Los clérigos y los teólogos han recibido las llaves
del conocimiento, pero las han escondido. No entraron ellos, ni
permitían entrar a los que sí deseaban».
absorvida por su perniciosa avidez de poder, y la consecuente y flagrante dejación de sus cometidos en favor de la corrupción y las intrigas palaciegas, manipulando y sojuzgando por encima del hombro a todos los fieles, devotos y temerosos de Dios, pero nunca predicando desde el ejemplo.
En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
Jesús actúa, porque su compromiso para con nosotros es un compromiso de acción, no de teoría y contemplación. Y menos aún de la crítica hipócrita y la autoindulgencia perniciosa y soberbia de quienes, tendiendo el conocimiento, deciden traicionar a Dios, faltando a su compromiso y abandonando a sus hermanos.
«Los clérigos y los teólogos han recibido las llaves
del conocimiento, pero las han escondido. No entraron ellos, ni
permitían entrar a los que sí deseaban».
Y menciona Jesús el Hijo del hombre a Juan el Bautista, con el doble propósito de, por un lado, poner en un aprieto a esos sumos sacerdotes y ancianos, que se enfrentan cara a cara con su propia hipocresía, sino también para recalcar el abismo abrupto que abre entre ellos y el reino De Dios que predica el Justo. Un abismo sorteado por un puente, que no es otro que Juan el Bautista.
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo; porque irás delante del Señor para preparar sus caminos; para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación por el perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la Aurora nos visitará desde lo alto, para dar luz a los que habitan
en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pies en el camino de paz. —Lc1:76-79