No os preocupéis de la noche a la mañana por lo que vestiréis.
En la primera de las lecturas de hoy, del santo evangelio según san Lucas, Jesús el Justo emplea una comparativa entre el donativo de una viuda pobre y el de unos ricos en el templo.
La comparativa no es una crítica a la riqueza en sí, ni mucho menos, toda vez que Jesús nunca condenó la riqueza bien trabajada y merecida que, además, es luego bien empleada para el beneficio de muchos por iniciativa propia del que lo ganó, quien, abnegada y desinteresadamente, consagra de corazón el fruto de su trabajo y esfuerzo, no solo a asegurar el porvenir de su familia (que por supuesto), sino a ayudar a construir un mundo mejor (no dando el pescado, sino facilitando los medios y enseñando a pescar, que diría Jesús) tal como exige nuestro compromiso cristiano.
Los ricos a los que se refiere Jesús son más bien los mercaderes y los fariseos, quienes, con mucha frecuencia, rebajan los asuntos de Dios a menudeos terrenales que abren la puerta a la confusión, la indulgencia, la manipulación y perversión de los valores y del ser.
En lugar de actuar noble y desprendidamente en su día a día, cumpliendo con la cátedra de Moisés basada en el Amor, la misericordia, la fe y la abnegación, prescinden de toda observancia de las buenas conductas y se dejan llevar por la ligereza de la conveniencia y el ego.
Abandonan los actos honrosos y debidos a nuestro compromiso cristiano y lo sustituyen por la limosna lisonjera y sacrificios bananeros, absolutamente superficiales y desvirtuados, que nada tienen que ver con los valores de privación, humildad y reconocimiento y compromiso cuyo trasfondo se perseguía en su momento.
Y luego está la viuda pobre quien, desde el polo contrario, dona dos monedas. Esto tiene una doble y enriquecedora lectura más allá del evidente gesto de enorme desprendimiento al dar lo poco que tiene. Precisamente su doble condición de viuda y pobre ejemplifica a una mujer doblemente desgraciada, ya sea por el infortunio, decisiones de terceros o sus malas elecciones.
Esta mujer representa, en el evangelio de hoy según san Lucas sobre el que estamos reflexionando, la otra cara de la moneda en que brillan lustrosos esos mercaderes y fariseos ególatras. Ella perdió, le arrebataron o no fue agraciada y, aun así, sin nada material que celebrar ni en lo que reconfortarse, su corazón está repleto de amor a Dios. Su arriesgado y temerario desprendimiento (es pobre, viuda y pasa necesidad), da testimonio de su enorme fe.
«No os preocupéis de la noche a la mañana por lo que vestiréis».
Los otros, esos mercaderes y fariseos corrompidos, teniéndolo todo aun sin que sus actos se ajusten a lo que Dios dispone, se limitan a la limosna lisonjera y sacrificios bananeros.
“Conforme a vuestra fe os sea hecho”. —Mt 9:29
Mientas al lado, una mujer devota y fiel pasa necesidad y hambre sin que ellos le presten atención.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. —Mt 25, 31-46
Palabra de Dios.