En la primera de las lecturas de hoy, del santo evangelio según san Mateo, Jesús el Justo se dedica a recorrer ciudades y aldeas, enseñando a sus sinagogas, proclamando el evangelio y curando toda enfermedad y dolencia, conmovido por las muchedumbres, extenuadas y abandonadas, como oveja sin pastor
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies»
Entonces llama a sus discípulos y, confiriéndoles el poder de curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, arrojar demonios… Los manda a buscar a las ovejas descarriadas de Israel. Y gratis. Gratis habéis recibido, dad gratis.
«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis»
Aquí Jesús recalca claramente el mensaje fundamental, de ir al descarriado, de dar al paria, a todo aquel del que se sabe que no se va a recibir de vuelta.
Precisamente a ellos. Porque, ¿no es fácil dar a quién sabéis que os devolverá? ¿Qué mérito tendremos entonces, si hasta el más ruin de vez en cuándo presta atención a quien le interesa prestársela?
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado” —Juan 13:34
El Amor, la consciencia de la progenitura por igual de Dios sobre todos nosotros, nuestra unión en Cristo ha de prevalecer siempre por encima de cualquier enfrentamiento o divergencia, en todo lugar y momento.
En los momentos más cruentos…
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. — Mt5:44
En mitad de la guerra…
“Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer pan; y si tuviere sed, dale de beber agua”. —Prov 25:21
En cualquier lugar…
“Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que peregrine entre vosotros; y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo, Jehová, vuestro Dios”. —Levítico 19:34
Jesús siempre reivindicó esta máxima de la progenitura de Dios sobre todos y nuestra condición de hermanos en Cristo. No permitamos la desunión. La unión hace la fuerza. No hagamos buena la máxima de los tiranos, el «divide y vencerás».
TODOS somos uno en Dios.
“Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. —Gálatas 5:13-14