La primera de las lecturas de hoy, del santo evangelio según San Marcos, supone, además del inicio del propio evangelio, un puente de transición entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Un puente encarnado en sí mismo en la figura de Juan Bautista
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo; porque irás delante del Señor para preparar sus caminos; para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación por el perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la Aurora nos visitará desde lo alto, para dar luz a los que habitan
en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pies en el camino de paz. —Lc1:76-79
al que el evangelio de Marcos de las lecturas de hoy nos presenta como si del profeta Elías se tratase, cuando explicita: «Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre»
Y ellos le respondieron: Un varón que tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero. Entonces él dijo: Es Elías tisbita. —2 Reyes 1:8
Estad atentos porque yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, día grande y terrible —Malaquías 3:23
Un Juan Bautista que, además, dice el evangelio que predicaba y bautizaba en el desierto, lo que contribuye a reforzar esa imagen de puente del Bautista entre dos etapas. Porque el desierto es esa etapa de transición del pueblo: supone el retiro, el ayuno del mundo para el autoexamen; la contrición y la penitencia; el reforzamiento y la conversión.
Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento. Porque él será grande delante del Señor; no beberá ni vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. Y él hará volver a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. —Lc 1:14-17
Porque este es aquel a quien se refirió el profeta Isaías, diciendo: voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haces derechas sus sendas. —Mt 3:3
La conversión al Cristo de los judíos descarriados simbolizada en la ablución en el agua del Jordán, que limpia física y metafóricamente al ungido, que se desprende de lo viejo para abrazar lo nuevo.
Respondió Juan y dijo: Un hombre no puede recibir nada si no le es dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: «Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de Él.» El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está {allí} y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. {Y} por eso, este gozo mío se ha completado.
Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya. —Jn 3:27-30
Y, lo nuevo, es el Hijo del Hombre que vendrá a derramar por el mundo entero el Espíritu Santo.
No le es posible a nadie montar dos caballos, tirar con dos arcos, y no le es posible a a un servidor servir a dos amos, o bien honrará a uno y ofenderá al otro. Ningún hombre bebe vino viejo y no desea en seguida beber vino nuevo. Y no se vierte vino nuevo en odres viejos, por temor a que se desgarren, y no se viertevino nuevo en otro viejo por temor a que lo estropee. No se cose un remiendo viejo en un vestido nuevo, porque se producirá un rasgón.